Las Empresas Familiares como principales protagonistas ante el abordaje de las crisis económicas.

Históricamente las familias empresarias se han enfrentado siempre a las crisis de carácter macroeconómico de forma mucho más eficaz que las empresas no-familiares. No porque sean más inteligentes sino porque sus estructuras internas son más complejas, en el sentido que representan más fielmente la realidad socio-económica que una empresa no familiar, basada su gestión en criterios exclusivos de carácter financiero y de mercado.

Dicho lo cual, conviene recordar aquí esa realidad aplastante de la mortandad de empresas familiares justamente no en momentos de crisis sistémicas, sino de abundancia. Una empresa familiar para tener éxito en su permanencia intergeneracional no es suficiente su éxito financiero y de mercado y por tanto, cuando solamente se tienen en cuenta estos parámetros, es cuando comienza a entrar en crisis existencial.

Las empresas familiares funcionan no solo como estructuras de producción sino, y sobretodo, como micro-sociedades, por lo que solo administrarlas con criterios exclusivos de gestión es lo que las hace frágiles. Y justamente al contrario, cuando son dirigidas partiendo de su complejidad psico-socio-económica, es lo que las hace fuertes.

La actual crisis sanitaria del coronavirus está ya permitiendo a nuestras empresas familiares dar muestras claras de agilidad, generosidad y eficacia a dicha complejidad no solo económica sino social y mucho más rápido que los propios gobiernos. Los gobiernos, la mayor parte de las veces, presos de sus burocracias y sin mentalidad alguna de esa función empresarial orientada siempre a dar respuesta a las necesidades de mejora que las sociedades demandan, sobre todo en épocas de crisis, llegan tarde a la solución de los problemas, cuando no desgraciadamente son los principales obstáculos para su solución.

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